I


La masacre era terrible.

Nadie decía palabra alguna, no se oía siquiera un susurro fantasma que pudiera expresar lo que todos veían.

-Eran tan jóvenes- murmuró tímidamente uno que pasaba por el lugar.
-Eran tan bellas... tan puras... tan libres- se atrevió a comentar otro.

Las mató el paso terrible de aquellos que, desde afuera, impusieron su ley. Las despojó de vida el que no piensa en el mañana, el ve todo expresado en cifras, el que a todos les pone un precio, un número, una cuota, las mató la sin razón.

La angustia se apoderaba del esperanzado, la tristeza inundaba al optimista, el llanto y el pesar se hacían sentir en cada colegio, en cada banco de La Plaza, en cada casa, en cada rincón de El Pueblo.

Las flores habían sido arrancadas, y nadie, nadie lo podía creer, porque se pensaba que serían eternas.

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