II

Te imaginé sentada en una de las bancas solitarias de la ciudad,
tenías un cigarrillo a medio fumar entre los dedos y unas dudas en la cartera.

Quise limitarme a ver como el foco pobre que cuelga a la altura de un foco de ciudad pobre, te dibujaba entre tanta raya sin sentido.

Otro cigarrillo salió entre las dudas, y como siempre
delicada y repentina, le diste muerte con un fuego vago y casi sin aliento,
tal vez, el aliento que me falta para decirte algunas cosas.
Quise hablarte y ser una de las dudas de tu cartera, pero habían 30 metros de hormigón
en el suelo que hacían mas duro cada paso, que trataba de dar hacia ti.

No se si será que las distancias cuando no se hablan para darles un número que escale
nuestras diferencias se hacen mas ciertas, o soy yo el que perdió la noción de lo tan lejos que estoy de vos.
Tal vez tan lejos, porque nunca he querido ser mas cercano de lo que mediocremente me atrevo a ser, anhelando que una de tus dudas pueda tener mi nombre.

Me quedé con tu imagen en la medianía, me desvanecí recorriendo las mentiras que cubren la ciudad.
Desaparecí como el humo de tu tabaco, como las incógnitas de tu cartera, como la timidez de los faroles, como lo que escribo.

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